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SONORA: Capítulo 4

Updated: Jun 9, 2022

El miedo suena en la oscuridad


Juan Pablo Fernández Monsalve

Maria Angélica Molina Martínez

Liz Dayan Blandón Muñoz

Manuela Araque Triviño




En circunstancias que se le atribuyen al enfrentamiento producido por el ELN y el Ejército Nacional, se procede a realizar el rescate de los cuerpos de los militares muertos en el enfrentamiento por una comisión civil y militar. Aquí comienzan los asesinatos selectivos.


“La gente no pudo dormir, el miedo es muy berraco, tarde en la noche subió el ejército y ya nadie se movía de la casa”. Recuerda don Alberto Ospina que esa sensación se desarrolló durante la noche del 29 de Marzo de 1990, cuando la atención aún no se volcaba de manera completa hacia el poblado… y por lo que muy probablemente nunca se hizo, pues a pesar de todo lo ocurrido en La Sonora, la atención siempre fue dirigida hacia su cabecera municipal, Trujillo.


A pesar de que se mantuvo una pasiva calma por algún tiempo, la tranquilidad del lugar terminó abruptamente la tarde del 29 de marzo de 1990, pero después de ello, solo se avecinaba la oscura noche del 31 de marzo, la noche en que la mentira y la venganza salieron vestidos con uniforme de la milicia y comenzaron a golpear puertas para llevarse de forma forzada a algunos campesinos de sus casas, ocasionando de igual manera una intimidación hacia sus familiares con la vil excusa de que iban para el batallón Palacé de Buga a razón de una indagatoria, la realidad no podía ser más aislada ni retorcida, las personas detenidas fueron trasladadas verdaderamente a una bodega ubicada en la Hacienda Las Violetas, en donde injustamente permanecieron amarradas por algunas horas, donde el mayor Urueña y algunos miembros de grupos armados procedieron a torturarlas despiadadamente, realizando desde cortes en algunas partes de sus cuerpos, hasta llegar a enterrarles alfileres en sus uñas y posteriormente al sufrimiento, masacrarlas, los cuerpos de muchos no fueron encontrados.


Antes de entrar en horas de la noche siempre hay un atardecer, ese 31 de mayo el Inspector de policía Porfirio Ruiz Cano, fue asesinado en horas de la tarde mientras se encontraba sentado en un jeepeto en la cabecera municipal de los hechos, Trujillo. Eran los comienzos de un camino sin retorno hacia la muerte, la luz del pueblo fue cortada misteriosamente, era un tipo de metáfora a lo que sería el inicio de una gran temporada de dolor, oscuridad y desgracia, que acompañaría al pueblo por un largo tiempo.


“Entre por la tarde y la nochecita cortaron la luz, los mismos soldados que habían estado en el día en el pueblo vinieron por la gente, ellos llegaron uniformados, lo único que hicieron fue que quitaron la luz”, declara don Alberto. Entonces, La Sonora vestida de negro, vio como sin electricidad, comenzó una de sus noches más oscuras, la noche en que se llevaron a 11 de sus habitantes (no trasladaron más mujeres ni niños, sólo a Esther Cayapú quien era una enfermera, indígena y líder comunitaria). 11 partes que fueron arrebatadas para descomponer aquellas piezas del rompecabezas al que debían encajar. A cambio de ello, les entregaron un doloroso e injusto rumbo para sus vidas.


Para desgracia de don Camilo Gómez, esa noche la muerte se acercaría a su hogar, mientras estaba dormido los soldados tocaron a su puerta, pero en medio de la penumbra, él tuvo la fortuna de encontrar un rayo de esperanza, en un acto de descuido de los perpetradores y de Dios según asegura Don Camilo, consideraron que él no se encontraba en allí.


Así como el agua se hizo para beber, muchos seres vivos usan la noche para dormir, pero ¿cómo dormir cuando la muerte toca la puerta?, Don Camilo rebusca en su mente, y nos cuenta su parte de la historia, que como muchas otras ha pasado inadvertida. “Yo estaba en una casa de madera, había asegurado la puerta con tres fuertes trancas de palo, me acosté a dormir como a las 10:30 de la noche; después de eso me levanté nuevamente como a la media noche, luego de eso me volví a dormir, desde de ese momento no recuerdo nada, tuve el sueño muy pesado hasta el siguiente día”.


Como cualquier día, el 01 de Abril de ese año salió el sol, pero faltaba mucho tiempo para que los hechos conocidos como la masacre de Trujillo, pudieran salir del apestoso túnel en el que estaban metidos, Gómez contó sobre ese primer día, que no era más que la continuación de lo que había pasado la noche anterior. “Cuando me desperté; una persona me preguntó que ¿dónde había pasado la noche?, y yo le respondí que había estado en mi casa.... esa noche me salvé también por estar dormido, yo no sentí nada, no me acuerdo de nada después del momento en que decidí irme a la cama”, lo inusual es que él presenció la llegada de los vehículos en los que serían transportadas las víctimas y un tiempo después, decidió que era hora de ir a dormir; luego de eso, cayó en un sueño profundo que le salvaría la vida.


“Yo no escuché nada, si hubiera escuchado, hubiera salido y me hubieran llevado , pero Dios lo defiende a uno” es la explicación que le da Camilo a este hecho tan oportuno.


Antes de terminar su relato, explicó que ante su incredulidad, esta persona lo llevó hasta la puerta de su casa, donde encontró rastros de que aquellos hombres habían estado allí la noche anterior “... tristemente la mayoría de la gente era indefensa, de todos ellos cayeron culpables solo tres, el resto eran indefensos, solo tres tenían deudas ahí. Por andar con los otros para arriba y para abajo fue que se los llevaron.” Con menos inocentes y más muertos, cerró este hecho, pues no se volvió a saber nada de las personas que se llevaron, hasta que se reveló un testimonio, que narraba las atrocidades que se aplicaron a estas para conocer información sobre el grupo guerrillero.

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