Memorias de una montaña
Juan Pablo Fernández Monsalve
Maria Angélica Molina Martínez
Liz Dayan Blandón Muñoz
Manuela Araque Triviño
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En el afán de controlar la historia y la memoria, los actores del conflicto manipulan las versiones (…) para justificar sus acciones (…) En un contexto así, un esfuerzo de búsqueda de justicia para las víctimas precisa oponerse a la imposición de una memoria política, la de los vencedores. (Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación –CNRR–, 2009)
Hacia el año de 1988, cuando en el jardín del Valle del Cauca se sembró para la memoria del país una masacre. Trujillo, un pueblo recordado por una lista de muertes violentas y desapariciones forzadas, homicidios selectivos y masacres sistemáticas; una lista de sucesos atroces que no le pertenecían en su totalidad, pues este hecho no puede restringirse a un lugar en particular enmarcado en un espacio temporal, que tiene un inicio borroso. Según revistas como Semana se da en el año de 1986, otros documentos como el Centro de Memoria Histórica relatan un comienzo en el año de 1988, y para algunos de los afectados en el año 1990.
La geografía del terror donde sucedieron los hechos, se compone con los municipios de Bolívar, Riofrío y Trujillo, pero más allá de este último, se esconden pequeños corregimientos y veredas, que sufrieron fuertemente los efectos de la violencia, un ejemplo de ellos es La Sonora, uno de los escenarios de la masacre.
La presente crónica busca entonces mediante la recopilación de hechos históricos, y la narración de vida de dos testimonios, los cuales, los nombres de sus protagonistas han sido cambiados por petición de ellos y con la intención de salvaguardar su identidad, hacer un análisis y relacionamiento de los hechos conocidos como “la masacre de Trujillo”, pero más específicamente a los ocurridos en el corregimiento de La Sonora.
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