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SONORA: Capítulo 6

Updated: Jun 9, 2022

UN RECUERDO SONORO


Juan Pablo Fernández Monsalve

Maria Angélica Molina Martínez

Liz Dayan Blandón Muñoz

Manuela Araque Triviño


Como cualquier torbellino fuerte y violento, la Masacre de Trujillo se llevó muchas cosas, recuerdos, sentimientos y vidas de los habitantes de la zona, debido a toda la odisea que tuvieron que pasar, … La Sonora en definitiva no fue la excepción a este tipo de atrocidades provocadas por esa interminable sed de injusticia. Y como evoca don Alberto “... todo el mundo decía que se iba yendo, y así fue. Muy poca gente decidió quedarse”.


De nuevo, el escenario que por tanto tiempo ha aterrorizado al país por décadas, se repitió, muchas personas fueron desplazadas por el temor a lo ocurrido y a lo que podría llegar a pasarles. Aún en la distancia, don Alberto conmemora lo que es vivir el miedo y tener que huír de él “... un día es un vecino, mañana puede ser usted” (refiriéndose a las desapariciones).

Aunque no tardó mucho en partir de su querida tierra, la semana del 1 de Abril de 1990 se marchó de La Sonora a una zona más central del país, intentando buscar un refugio. Con mucho desconcierto y dolor, dejó el lugar en el que creció, aquel donde era muy feliz, sentía paz y deseos de disfrutar cada instante de su vida allí; a pesar de ello, tuvo que abandonar todo lo que tenía significado para él “...esa fecha no se olvida” recuerda, refiriéndose a los días en que se fue con una mochila colgada en su espalda, poquita ropa y una cobija, tomando un jeepeto en horas de la mañana hacia el municipio de Trujillo.


Desde allí partió a la casa de un gran amigo, teniendo aún así la esperanza de poder volver hacia lo que una vez llamó hogar. Si bien es cierto, el tiempo es un aliado que a veces nos presiona hacia situaciones que no queremos sentir, en su caso, no hubo limitación para pensar en una resignación, es por esa razón que se vió obligado a conseguir un trabajo que le permitiera reunirse de nuevo con su familia, lo que llamaría en aquel momento su nueva vida, su nuevo hogar.


Paralelamente a esa situación, don Camilo se quedaba ignorante del peligro que seguía latente, su vida continuaba relativamente normal. De hecho, su partida no fue una decisión tomada por cuenta propia, “...me encontraba cogiendo café por allá arriba en una finca, cuando de repente mi mamá se apareció para traerme. Ella subió en una línea que sale de Trujillo a La Sonora, yo no me quería venir pero mi mamá se arrodilló llorando para que me viniera. Yo le decía que me estaba yendo bien recogiendo café, entonces no tuvo de otra que decirme la verdad. Si me quedaba , era para morir, y que si lo hacía tuviera en cuenta que habían hecho todo lo posible por venir a salvarme; en ese momento alguien me aconsejó que si así eran las cosas, lo mejor era que me fuera. Ese día no bajamos ni a recoger maletas , cuando llegué al caserío ya estaba el carro listo para irnos. A mi la ropa se me quedó por allá guardada, yo iba bien tranquilo porque no sabía nada. Cuando salí de la zona montañosa que circunda a Trujillo me dí cuenta en lo que me había metido, fue por eso que me tocó salir para otro lado”.


En la actualidad, don Camilo aún vive con miedo en su interior, describe el hecho de haber estado tan cerca de la muerte como algo traumático, ya que hasta el día de hoy, al ser una de las personas afectadas por estos hechos, teme por su vida. Dentro de sus anhelos no está regresar, se siente contento en el lugar donde se encuentra ahora, si bien no posee “plata” -como dice él-, vive a gusto con lo que tiene.


En el año 1995, el ex presidente Ernesto Samper fue obligado por la comisión interamericana de derechos humanos (CIDH), a pedir disculpas públicamente al pueblo colombiano, ya que el Estado fue fuertemente condenado por los hechos ocurridos en Trujillo-Valle.


Según un informe de la revista SEMANA, los “actos de violencia fueron llevados a cabo por una alianza regional, de carácter temporal, entre las estructuras criminales de los narcotraficantes Diego Montoya “Don Diego” y Henry Loaiza “El Alacrán”, junto a miembros de las fuerzas de seguridad del Estado como la Policía y el Ejército” además, en el mismo informe se narran unas 245 víctimas, de las cuales según un dictamen del colectivo de abogados Org. el Estado aceptó sólo a 76.


Algunos se fueron, otros se quedaron allí valientemente, donde todavía existe el recuerdo del padre Tiberio Fernández el cual sigue intacto en aquel lugar. Y aunque corren rumores de que La Sonora tendrá que ser movida a otro lugar por riesgos de seguridad, con respecto al río Cáceres, la historia sigue su cauce para seguir siendo contada por los que alguna vez se vieron obligados a apagar su voz de justicia ... porque son precisamente esos recuerdos, recuerdos de una montaña.


Fin


Agradecemos a quienes nos guiaron e ilustraron en cuanto a información y correcciones de escritura para poder elaborar la crónica, que no es más que la reconstrucción de una historia de dolor y sufrimiento desde la perspectiva de dos personajes que estuvieron presentes en algunos de los sucesos que dejarían marcado en la historia el nombre de La masacre de Trujillo.

De igual forma agradecemos a la ilustradora (María José Porras Sepúlveda)

quien realizó la portada del escrito

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