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Un sueño constante

  • Foto del escritor: Laboratorio Narrativo
    Laboratorio Narrativo
  • 20 mar 2024
  • 4 Min. de lectura
Un cuento escrito por: Juliana Lizeth Pazmiño Fajardo
-Buenos días, ¿con la policía?
-Buenos días, señorita ¿en qué le podemos colaborar?
-Encontré…
-¿Sí?
-Una chica, no parece estar muy bien, necesita ayuda,
estamos en el sendero del bosque, atrás del parque central.
-Ya enviamos una ambulancia para allá.
-Gracias.

Era la mañana del jueves 10 de septiembre un día más en mi vida, un día aburrido como cualquier otro, desperté como cada mañana para ir a trabajar a la cafetería de la señora María donde trabajaba sirviendo café a toda la gente del pueblo, no me pagaban tan bien, pero me alcanzaba para sobrevivir, por eso no podía dejar el trabajo, aunque no me gustaba mucho. Cuando salí de casa observé una gran particularidad en el cielo, el amanecer se podía presenciar de una manera hermosa. Estaba perfecto, así que decidí tomar algunas fotografías para mi colección, tomé el camino del sendero del bosque, aunque es un camino más largo me iba a permitir obtener una mejor fotografía del amanecer. Empecé a tomar fotografías del cielo, cuando escuché los gritos de una mujer pidiendo ayuda, así que empecé a buscar de donde provenían los gritos, pero de un momento a otro los gritos pararon y no los volví a escuchar. Aunque tenía mucho miedo de lo ocurrido seguí buscando a la chica, así que empecé a recorrer todo el bosque, yo esperaba encontrar a una chica perdida, pero jamás me imaginé con lo que me iba a encontrar y como ese iba a cambiar mi vida para siempre.

Tanto recorrer el camino del bosque logré observar a la distancia un zapato en medio de la nada, así que en ese momento supe que las cosas no estaban bien, decidí seguir buscando hasta que encontré el cuerpo de una chica tirada sobre unas ramas, estaba boca abajo, la habían intentado cubrir, pero no lo hicieron bien, el cuerpo estaba totalmente visible.

En ese momento me puse muy nerviosa, un escalofrío que recorría todo mi cuerpo no sabía qué hacer, así que decidí huir. Sí, sé que estuvo mal, debí llamar a la policía en ese instante, pero entiéndanme, tuve mucho miedo. así que decidí ir al trabajo e ignorar toda la escena que había visto antes.

Llegué un poco tarde a la cafetería, no me olvidaré del regaño de la dueña. Me puse el delantal y seguí trabajando, no podía estar concentrada, por eso ese día me llevé varios regaños. Salí de la cafetería y fui al bosque donde encontré el cuerpo de la chica, estuve mucho tiempo ahí, observándola y preguntándome quién pudo hacerle esto, después de eso me fui a mi casa a dormir, pero la conciencia no me dejaba en paz, así que decidí volver, lo sé, estuvo muy mal lo que hice, pero en mi defensa me sentía en paz cuando estaba en ese lugar. Luego volví a mi casa y me quedé dormida.

 Al día siguiente me levantaron unos golpes en la puerta; eran policías, apenas abrí me esposaron y me subieron a una patrulla. Yo no sabía que pasaba, estaba consternada con lo que acababa de pasar, me llevaron, me hicieron preguntas acerca de un asesinato de una chica llamada Mónica, al inicio quedé confundida porque no sabía de lo que estaban hablando, pero luego recordé lo que había pasado el día anterior y pensé que me habían llevado ahí porque yo era la única testigo de lo ocurrido. Pero ¿Quién podría saberlo? En ese momento me empecé a preocupar, aún recuerdo el frío que recorrió mi cuerpo cuando entró el policía en la sala.

-¿Qué estoy haciendo aquí? le pregunté
-Me empezó a describir la escena de un crimen tan sangriento que, al escucharlo, no sé porque no me hacía sentir nada, a pesar de que lo que narraba era espantoso, era como si no me importará.
-¿Por qué me dice eso, señor?
-No mientas más, encontramos sus huellas digitales en las pertenencias de la señorita Mónica, una chica de 19 años.

En ese preciso momento supe que era sospechosa por el asesinato de aquella chica que miré en el sendero, ahora como les explicaría que yo no la maté, la encontré y no dije nada. la historia me culpaba a mí nada más, estoy perdida, pensé.

Decidí contar la historia omitiendo las veces en que fui a visitarla hasta ese lugar, pero el policía lo ignoró y dijo que lo que estaba diciendo podía ser usado en mi contra y me encerraron. Ahí duré mucho tiempo pagando por un crimen que no cometí, o al menos eso pensé, porque después de mucho tiempo supe la verdad. Toda la historia que les conté a los policías no coincidía con mi personalidad yo creí que era una joven chica cuando en realidad ya tenía 38 años y Mónica era mi hija y yo fui su asesina. Fui yo quien llamó a la policía e informe que encontré el cuerpo, cuando la policía llegó al lugar y me preguntó quien cometió el asesinato, confesé que fui yo.

Fin

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