Christofer desempacaba las maletas tras un largo viaje hasta Ginebra, llegaba de vacaciones a pasar unas semanas con la familia de su tío materno. La habitación que le habían asignado era pequeña y poco amena, quedaba al final del pasillo, no tenía ventanas, solo eran cuatro paredes de un grisáceo mugriento junto con una puerta de roble que sonaba al ser tocada por el viento, pero esto no le pareció extraño, había algo más que le llamaba la atención no solo de la habitación si no de la casa misma y es que en esta no había ni siquiera una pizca de arte, no había cuadro alguno puesto en alguna pared, ni pinturas, ni libros, ni música.
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Mientras desempacaba intentaba descifrar aquel extraño suceso hasta que la voz de su tío se escuchó de entre los pasillos —¡Christofer baja a cenar! — —Ya voy —contestó entre dientes— -Ya voy-. La cena era peculiar, había diferentes platos, cada uno de los comensales tenía una comida diferente, no daban ni siquiera las gracias, solo se sentaban a comer, no hablaban, no se miraban, todos estaban sumergidos en sus platos; los sonidos eran insoportables, sintió asco.
Christofer miró a su tío, un hombre robusto con ya algunas canas asomándose, trago un último bocado y preguntó nervioso —¿Por qué no hay pinturas en la casa o al menos libros para leer? —trago saliva y prosiguió— es que no he visto ninguno y me preguntaba si había alguno por ahí que pudiera leer—
de pronto todos dejaron de comer y como si se hubieran puesto de acuerdo, lo miraron de tal manera que el silencio llenó la habitación, los labios de su tío se entreabrieron dejando salir unas palabras imposibles de escuchar y acto seguido todos volvieron a sumergirse entre sus platos como si nada hubiera pasado. La cena había terminado, la noche había llegado y junto con ella el vacío, todos fueron a dormir. Él seguía pensando que había ocurrido, pasaban las horas y aún trataba de descifrar lo que su tío había dicho, cuando de pronto, unos pasos se hicieron escuchar en el pasillo. Christofer exaltado miró hacia la puerta y de pronto hubo un silencio espeluznante hasta que los pasos siguieron su camino hacia su destino, bajaron tanto las escaleras que llegaron al sótano, desde ahí percibió el sonido de la madera al ser pisada, se sintió seguro, tanto que levantándose de su cama se asomó por el pasillo, no había nadie. Pensó en volver a la cama pero la curiosidad le ganó y sus pasos lo llevaron hasta la puerta del sótano, tomó el pomo de la puerta y pensó en la decisión que estaría por tomar, bajó con cuidado las escaleras y se encontró con una vela que estaba puesta en uno de los escalones alumbrando con su luz amarillenta, se agachó para tomarla y se dio cuenta que junto a ella habían unas hojas blancas apiladas, no les prestó atención, tomó la vela y alumbró el centro del sótano donde vio una escena desagradable y horrenda, la soga amarrada al cuello de Bram, el hijo de su tío, su cuerpo aún tibio lo miraba con sus ojos llenos de sangre y su boca abierta haciendo más horripilante aquel suceso, Christofer soltando la vela corrió por las escaleras gritando entre sollozos que Bram estaba muerto.
Los días pasaron junto con el entierro de Bram, casi nadie dijo nada al respecto, todos callaron aún más de lo que ya lo hacían, pero Christofer no quería solo callar como los demás, quería respuestas, pasó días inspeccionando el sótano. Buscaba aquellas hojas que había visto esa noche, nunca aparecieron, la imagen de lo que había visto lo fue carcomiendo día tras día, al no poder decir nada a nadie quiso resguardarse escribiendo, lo que pensaba, lo que sentía, lo que estaba pasando por su mente. No volvió a salir del sótano, pero lo que Christofer no sabía y lo que su tío mirando su cuerpo inerte no le dijo era que desde antaño la pequeña villa llevaba un sufrimiento que acababa con las almas jóvenes de aquella tierra, las hojas de Christofer se encontraban apiladas junto con las de Bram mostrando aquel arte de escribir, el arte que era su ángel caído y ellos que eran los santos siendo torturados por sus mismos demonios.
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Juan Andrés Alcalde Sabogal
Redacción II
Comunicación Social - Periodismo
Universidad del Quindío
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