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La plataniada, la finca El Rosal y sus pormenores

Ahí estaba mamá, golpeando la puerta pasito pa´ que nos paráramos, pues tenía que ir con la Nana por la carne de la contrata pa´ la semana, y rápido porque el desayuno tenía que estar temprano, pues ese día había plataniada en la isla. Después de desayunar yo le ruego a papá para que me lleve a la isla, la isla no era más que un pedazo de tierra a orillas del río Ariari, nosotros le decíamos popularmente la guagadura del río, pues cada vez que crecía se arrastraba todo lo que estuviera en la isla.

La plataniada tocaba hoy en el alto Sardinata en la finca el Rosal, propiedad de los Navarros, famosa familia por tener mucho dinero en el bajo Ariari. Papá finalmente accedió, me pidió que me pusiera el traje de gala, que no era más que una sudadera vieja de estudiar, un buzo manga larga, botas y una cachucha. Ya listos y en la canoa papá me comentó que hoy iba a ser un día fuerte de trabajo, y necesitaba que diera rinde, pues la idea era salir antes de mediodía y mi labor era amontonar los plátanos, luego pasarlo en la canoa al otro lado donde esperaba el camión que más tarde los llevaría a Corabastos de Bogotá.

La jornada de trabajo inició a las seis de la mañana y ya para las once teníamos hambre, como si fuera el genio de Aladín, aparece entre los surcos mi papá, con algunas papayas rojitas, apenas pa´l filo. Con la llegada de las papayas llegó el descanso. De las hojas secas hicimos colchón y del vástago recostadero. Le metimos muela a las papayas hasta saciarnos. Recuerdo que allí recostado vi el cielo entre las hojas; se veía azul, las nubes blancas pasaban despacito; la brisa fresca me refrescaba y se tatuaba en mi alma. Recuerdo ese éxtasis de cansancio y productividad. Estar con la gente de uno y en la naturaleza. En esas, viendo pasar las nubes sobre la platanera y deseando meterme al agua pa´ juagar el sudor vi la abundancia y completa felicidad, en ese momento pensé en lo afortunado que era de vivir en esta tierra agrícola, mi amado Fuentedeoro.

A las doce del mediodía llegó mamá con nuestro almuerzo, ella estaba feliz pues, su hijo de 10 años había dado rinde en el trabajo y era un verraquito y ya casi se terminaba la jornada, solo faltaba empacar los plátanos en guacales y subirlos al camión. Después de almorzar mi madre se va de nuevo para la casa y nosotros iniciamos con el final del trabajo, a las dos de la tarde por fin terminamos, pero supongo que estábamos lo suficiente felices para pensar que al malo pasaría, se nos olvidó que noches anteriores había llovido, no se sacó lo suficiente el camión y se enterró en barro. Se hicieron las cuatro, las ocho, las doce de la noche y nosotros seguíamos cavando la tierra pues el camión seguía inmovilizado, lo particular de esta noche es que no tenía luna, característico de los llanos en inviernos del mes mayo. A mí alrededor solo había preocupación, cansancio y oscuridad, parece que del día maravilloso que tuvimos no quedaba nada.

Cerca de la una de la madrugada corrió una brisa de espanto de esas que hielan los llanos, con esta se empezaron a escuchar risotadas de lo que sería el ánima de un espectro demoníaco, en nuestra región ya se había escuchado esta leyenda, se decía que era un hombre alto, flaco, cubierto de ropas oscuras, nunca nadie le había visto su cara, pero con sus risas asustaba hasta al más guapo de guapos.

Mi padre al escucharlo lo único que hizo fue abrazarnos, orar y llorar mientras lentamente se sentía la presencia, que caminaba sobre el río acercándose a nosotros, finalmente estuvo muy cerca y solo gritaba, yo puedo decir que miré la figura que todos decían, lo único adicional fueron sus ojos que parecía dos llamas de fuego mirándonos fijamente, el demonio no se iba, así que uno de los trabajadores Don Tiberio un anciano fuerte de los que llaman verdaderos llaneros se paró y le dijo: – espanto de la llanura que acobardas al más guapo, si quieres pelear aquí me tienes condenado, soy tigre de sabana y te has metido en mi territorio, qué es lo que quieres anima demoníaca-. Dicho esto, el cielo se volvió rojo, y de este cayó un rayo, de seguido empezó un fuerte aguacero mientras seguían las risotadas de la presencia que ya estaba a nuestro lado.

Al final, las únicas palabras que pronunció el demonio fueron: -tengan cuidado llaneros, que ya es muy tarde y a estas horas, este es mi territorio-, de seguido apareció un caballo y siguieron sus caminos galopando por las orillas del rio ariari hacia la sabana. Después de que se fue, recuperamos fuerza y sin hacer ningún esfuerzo se aceleró el camión y de una vez se desenterró, todos los trabajadores nos subimos y cogimos camino para el pueblo, pues si algo teníamos claro es que no íbamos a pasar el río después de lo sucedido, nos quedamos donde la tía Margarita que nos acogió después de contarle lo sucedido, al día siguiente fuimos a recoger nuestra canoa a la finca el Rosal donde aún se miraban las marcas del caballo que acompañaba al espanto. Luego de unos días llegamos a la conclusión de que estábamos destinados a que eso pasara, primero porque en el llano hay un dicho que cuando estamos muy felices es porque algo malo va a pasar, segundo porque no es normal que un camión se enterrará por tantas horas, él estaba esperando al espanto de cierta forma y ya por último quizás nos pasó por burlarnos de otros trabajadores, pues siempre se dijo y se dice que en la finca el Rosal asustan y por eso ningún grupo de trabajadores dura toda la contrata.



María José Guerrero Redacción I Comunicación Social - Periodismo Universidad del Quindío


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