Mi vida no tendría mucho sentido si no viviera con mi abuelo, él es parte fundamental en ella y prácticamente única, el problema viene cuando le pido permiso para alguna salida con mis amigos, él siente que corro mucho peligro, pero siempre le digo que me sé cuidar e igualmente no salgo con gente desconocida.
Para él siempre ha sido difícil verme crecer, es muy sobreprotector y yo un poco rebelde, muchas veces me escapo y siempre que vuelvo lo veo sentado con su manta favorita esperándome en la sala, me parte el corazón, pero siempre pienso -Soy joven, él lo debe comprender- me duele que sienta una responsabilidad tan inmensa por estar a cargo de mí, a veces pienso que no debería estar haciéndolo, pero gracias a las malas decisiones de mis padres, tuvo que tomar la responsabilidad de cuidarme.
Llegó el sábado y mi mejor amiga Ana me invitó a una fiesta, sus palabras fueron contundentes para mí, prácticamente era la mejor fiesta, el permiso era algo que me asustaba pedir, debido a que no me quería escapar otra vez. Como siempre terminé en pelea con mi abuelo, el me recordó los peligros que existían en una fiesta y yo simplemente le contesté son los mismos que existen yendo simplemente a la tienda. Mientras pensaba en cómo escaparme, mi abuelo tocó mi puerta con los ojos algo aguados y me dijo lo siguiente:
-Ser adolescente lo entiendo, pero no te creas invencible mijita, no creas que todo lo que te rodea es bueno.
Simplemente lo miré por un segundo, le di un abrazo le dije:
-Abuelo, lo siento por tener que lidiar conmigo, pero se lo que hago.
Mi abuelo me dio un beso en la frente y me dio el esperado sí.
Quien diría que el sí del permiso no me puso contenta, fue una sensación tan extraña que no puedo describir, pero no le puse atención y este sería un grave error.
La tarde del sábado fue dedicada a arreglarme y hablar con mis amigas por celular, hasta que mi abuelo toco mi puerta y me interrumpió.
-Hija, ya hablaste con tu madre.
Le contesté con una mirada un poco fría.
-Es media noche allá, no contestará mis mensajes.
Mi abuelo simplemente ignoró mi respuesta y prefirió salir del cuarto, él sabía que íbamos a terminar discutiendo por mi mamá.
No hablo mucho con ella por la diferencia de horario, pero ya me acostumbré que así es mi vida. Decidí irme con mi mejor amiga a la fiesta, como siempre ella conoce a todo el mundo, así que decidí sentarme en una mesa mientras saludaba, de repente se me sentó alguien al lado a invitarme a bailar, como de costumbre le contesté que no, así que el chico se fue, nunca me ha gustado bailar con gente desconocida, para algunos soy antipática.
Al rato, me fijé que uno de los chicos me miraba bastante, así que cuando las chicas decidieron ir a bailar yo me dispuse a ir a hablarle, su nombre si mal no lo recuerdo era Diego, en fin, me la pase hablando con él, fue muy divertido. Luego me invito tomar un trago pero le dije que no me gusta el alcohol, así que rechacé la bebida, para mi sorpresa el volvió con un trago para él y para mí agua, me pareció normal y hasta un gesto lindo -se había preocupado por mi-, empecé a tomarme el agua y de repente me sentía mareada, la realidad es que no le presté mucha atención puesto que relacione mis síntomas con las luces de la fiesta, mi confusión y un poco de preocupación empezó a rondar mi cabeza, cuando Diego muy insistente me decía -Vámonos, ya la fiesta esta aburrida. Mi respuesta siempre fue la misma, -Yo me voy con mi amiga-.
Me desperté al otro día en mi casa, lo raro fue que lo primero que vi cuando abrí mis ojos fue a mi abuelo sosteniendo un pañuelo en mi frente, me asusté por un segundo debido a que no tenía el recuerdo de cómo había llegado, además yo me acordaba de muchas cosas de la fiesta. Mi abuelo me dijo:
-Tu amiga Ana te trajo, estabas muy desorientada ¿tomaste?
Le contesté algo confundida:
-No, para nada, simplemente estaba muy cansada – mentí claramente
Mi abuelo se paró, y fue a la cocina a prepararme el desayuno, yo decidí llamar a Ana, ella debía saber que había pasado.
Ana contesto algo preocupada, lo primero que me dijo fue.
-Creo que te drogaron.
Lo dijo así, sin ser algo más delicada, mi reacción fue quedarme callada, y analizar lo de la noche.
-Si, parece que pasó eso, ahora todo tiene sentido.
Mi preocupación empezó a salir a luz.
-Me hicieron algo… ¿Qué paso? - empecé a llorar.
Ana, me tranquilizó un poco, y luego me contó, en pocas palabras, Diego intentó sacarme de la fiesta mientras Ana estaba bailando, menos mal ella se dio cuenta y no dudo en ir a la mesa y sacarme de allí, también me contó que los otros chicos y chicas se preocuparon por mí, y no tenían ni idea de que Diego fuera capaz de hacer eso.
Todo apuntaba a que Diego si me había drogado, entre más analizaba la situación más tenía sentido, eso es lo que había pasado. La verdad me quedé pensando en todo lo que me mi abuelo me decía y llegué al punto de concluir que como mujer corro en todo lado peligro, aunque me sepa cuidar.
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Luisa Fernanda Restrepo
Redacción I
Comunicación Social - Periodismo
Universidad del Quindío
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